MI HISTORIA COMPLETA: Leti, Alegría en movimiento
A los cuatro años, mi madre tuvo un aborto natural y yo ya decidí inconscienemente, que sería madre por encima de todo.
Bailaba de pequeña, me encantaba y disfrutaba… hasta que a los 7 años, me dijeron que no era suficiente y lo dejé. Practiqué también mucho deporte de equipo y, aunque me encantaba, lo vivía con exigencia, porque constantemente me decía que tenía que ser la mejor y ser reconocida. Esta situación se me repetía en el colegio, era hija de maestra y tenía que comportarme muy bien, sacar muy buenas notas… para ser valorada, tanto yo como mi madre. Y en casa, vivía muchas discusiones entre mis padres que no podía entender, lo que me hacía aislarme en casa y querer siempre estar rodeada de gente fuera de ella.
Así viví mi infancia y adolescencia, con estrés, exigencias, frustración, indecisión y escondiendo mis cambios en el cuerpo por vergüenza y comparación.
Siempre quise estudiar INEF, aun así, cuando llegó el momento, decidí que no quería ser profesora y opté por una carrera creativa y autónoma. Estudié Arquitectura fuera de casa, pero en la ciudad que mis padres quisieron, Sevilla. Y lo hice rápido, para no sentirme dependiente de mis padres económicamente mucho tiempo más. Deseaba tener mi propio independencia. Esta siempre ha sido otra de mis búsquedas vitales.



En la carrera, se me daba muy bien la asignatura de proyecto, y también, ayudar e impulsar a mis compañeros/as en sus propios proyectos. Creaba de manera fácil, desde mi propia intuición, y mis padres dejaron de pedirme la excelencia lo que me calmaba un poco aunque la exigencia ya formaba parte de mi.
En los últimos años de la carrera fui llegando a una parte más social, a la cooperación local e internacional, y la gestión del hábitat. Trabajé en diferentes proyectos habitacionales, acompañanado barrios y familias en situaciones de emergencia.
Al terminar, seguí buscando mi camino de vida, viajé, me hice autónoma, y fui emprendiendo diferentes proyectos colectivos: mazetas, rezetas, cerveza artesana.. proyectos con otras personas sin escuchar mi necesidad y mis talentos, más bien desde estar en grupo, sentirme acompañada y acompañar a los demás…y también desde la carencia económica, por lo que al fin, todos estos emprendimientos se fueron acabando.
A los 33 años, tuve a Candela, mi primera gran maestra. En este embarazo hubo muy poco compartir, sólo con mi compañero, porque yo pretendía poder con todo y ser una superwoman. Y así fueron los dos primeros años de crianza, estuve con y para ella, hasta que este acompañamiento me mostró con mucha claridad la necesidad de tribu, que necesitaba espacio y tiempo propio, que necesitaba reconectar conmigo o, más bien, conectar conmigo por primera vez. Y es desde ahí donde llegue a la formación de Movimiento Expresivo, Río Abierto, y al crecimiento personal. Empecé a bailar con todo el permiso, sin exigencias ni comparación, y me permití un tiempo y espacio para mi, para conectar conmigo, nutrirme y recargarme para seguir acompañando.
Mi segunda hija, Andrea, fue otro viaje, con mucha más consciencia y también con más apoyo y tribu. Todo el proceso y la crianza, la pude vivir con mucha conexión conmigo, con escucha de las emociones que estaba viviendo y con aceptación de todos los cambios físicos. Ella fue partícipe de mi formación y junto a ella empecé también sesiones de movimiento para madres y bebés (Mueve tu maternidad). Andrea, me ha traido integración y búsqueda de estabilidad emocional y laboral, dándome cuenta, que la estabilidad está dentro, y que requiere de una mirada amorosa y compasiva conmigo misma, con reconocer desde la calma, que me hace bien, que me gusta y que puedo aportar desde ahí al mundo.
Dos hijas y dos procesos muy diferentes porque yo ya había Renacido dos veces, y porque ser Mujer Completa era y sigue siendo mi búsqueda. Mis hijas me han traido el mirarme, conectar con mi cuerpo, mis emociones y acompañarme con compasión, y desde ahí, poder acompañarlas a ellas.


